“El árbol de los campos es la vida del hombre”
Deuteronomio 20:19
En el día 15 del mes de Sh'vat celebramos la festividad de Tu Bishvat, que también se conoce como Rosh Hashaná Leilanot o el "Año Nuevo de los Árboles". Es la época del año en que celebramos y honramos la conexión sagrada y única que existe entre el judaísmo y la naturaleza.
Esta festividad no aparece en la Torá, y es mencionada por primera vez a fines del período del Segundo Templo como el día decisivo en relación a los diezmos de los frutos de los árboles.
Los frutos que maduraban después del 15 de Shvat eran incluidos en el cálculo de los frutos del siguiente año. La Mishná, en el tratado de Rosh Hashaná, nos cuenta acerca de una discusión entre la Escuela de Hilel y la de Shamai acerca de la fecha en la que acontecía el Rosh Hashaná Leilanot.
En la Mishná aparece TuBishvat como uno de los cuatro comienzos de años, todos ellos fijan las fechas de un nuevo año, "Hay cuatro comienzos de año: el primero de Nisan - el comienzo del año para los reyes y fiestas. El primero de Elul - es el comienzo del año para el año sabático, y de jubileo, para la plantación y las verduras. El 1 de Tishrí, y la escuela de Hilel dice que el 15 de Shvat es el comienzo del año de los árboles".
Con la destrucción del Segundo Templo, las normas relacionadas a los diezmos perdieron importancia ya que no tenían validez fuera de la Tierra de Israel. Sin embargo, la festividad continuó existiendo y recibió con el tiempo un significado un poco diferente. En todo lugar donde había judíos, la fiesta les ayudó a preservar su vínculo con la Tierra de Israel. Y a pesar de ser Tu Bishvat una fiesta relacionada fundamentalmente con Eretz Israel, es festejada desde entonces también en la Diáspora.
Isaac Luria y otros cabalistas, sabios místicos de Tzfat (Safed) crearon en el siglo XVI un seder para Tu Bishvat. El seder es una forma simbólica de representar a Dios como un árbol de vida, cuyas ramas se extienden hacia la tierra llenas de vida y bendiciones. El Árbol de la Vida simboliza la presencia de Dios que se manifiesta en nuestro mundo, la fuente de sustento divino que renueva continuamente toda la creación.
La mística judía nos enseña que los procesos de la naturaleza y los del espíritu humano son partes de un todo, de un incesante e inagotable proceso vital, de una inacabable e indefinible energía, del Ein Sof (Sin Fin), de Dios.
Como parte de esta nueva interpretación del festival, el Séder místico ha arrasado como afirmación tanto de la profundidad espiritual como del significado físico del mundo natural en nuestras vidas.